
Bilbao
Parece Barcelona, pero es Bilbao: la curiosa coincidencia que no ocurre en el resto de España
Cada ciudad tiene su propio encanto, pero también tiene similitudes con otras ciudades del resto de España
No lo sabías: esta es la ciudad con más criminalidad de Euskadi y no es la que pensabas
Euskadi tienes muchas curiosidades que para muchas personas pasa desapercibida. Cada ciudad tiene su propio encanto, pero también tiene similitudes con otras ciudades del resto de España. Es lo que tiene la historia que perdura en el tiempo y une una estrecha relación como si de un hilo rojo se tratara.
En lo que menos puedes esperar, ahí puedes encontrar alguna que otra coincidencia como pasa con Bilbao y Barcelona. Como ya recogió Directo al Paladar, en Barcelona hay unas losetas con forma de flor que todo el que haya estado por tierras catalanas recordará. Conocidas como panots, que son seña de identidad de la ciudad.
En Bilbao, también encontramos un parentesco a estas famosas losas de Barcelona. Concretamente, en algunas calles del centro y especialmente por las zonas peatonales donde pueden verde la misma flor. Según National Geographic, un suelo urbano conformado por más de 66.000 baldosas.
El diseño distintivo de la baldosa bilbaína, con forma de roseta, se compone de un círculo central rodeado por cuatro círculos más pequeños, de los cuales emergen unas hendiduras que permiten el drenaje del agua. Estas ranuras evitan la acumulación de agua en la superficie, favoreciendo su evacuación de manera eficaz.
Se cree que estas baldosas comenzaron a utilizarse a inicios de los años 1920. Eran elaboradas de forma completamente manual por trabajadores municipales, empleando cemento Portland, agua, arena y virutas de hierro procedentes de la escoria de los Altos Hornos de Vizcaya. Este último componente no solo proporcionaba una textura antideslizante, sino que también contribuía a crear un material duradero, de buena calidad y a bajo coste.

Losa panots / National Geographic
Origen de las losas ‘Panots’
Las losas panots, también conocidas como panots de Barcelona, tienen su origen a finales del siglo XIX, cuando la ciudad experimentaba una rápida expansión urbana tras el Plan Cerdà. En ese contexto, las calles del Eixample se pavimentaban de forma irregular y desorganizada, ya que los propietarios eran responsables de embaldosar las aceras frente a sus edificios, lo que generaba una mezcla de materiales y estilos.
Para poner orden y uniformidad, el Ayuntamiento de Barcelona organizó en 1906 un concurso para seleccionar modelos estándar de losas hidráulicas prefabricadas que se pudieran producir en masa y resistieran el clima de la ciudad.
Entre los diseños ganadores se encontraba el famoso panot de flor, probablemente atribuido al arquitecto Josep Puig i Cadafalch, aunque algunos lo vinculan erróneamente a Antoni Gaudí. Esta baldosa de cemento hidráulico con cinco pétalos estilizados se convirtió en un símbolo del paisaje urbano barcelonés, no solo por su funcionalidad, sino también por su estética modernista. Desde entonces, los panots han pavimentado miles de metros cuadrados en Barcelona, convirtiéndose en un icono de la identidad visual de la ciudad.