El equipo de ‘La familia de la tele’ durante la fiesta de presentación del nuevo programa de TVE en el emblemático Teatro Eslava de Madrid

El equipo de ‘La familia de la tele’ durante la fiesta de presentación del nuevo programa de TVE en el emblemático Teatro Eslava de Madrid Europa Press

Opinión

No es mi familia

RTVE rescata a los rostros de 'Sálvame' para su nuevo programa 'La familia de la tele' 

Más de la autora: El extranjero

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Si algo he aprendido en los más de treinta y cinco años dedicados a ejercer el periodismo, tanto en la radio como en la televisión, es que para la audiencia te conviertes en parte de su familia. Así te lo hacen saber cuando te paran por la calle para comentarte algo que has dicho y con lo que pueden o no estar de acuerdo.

Pasa también cuando llegas puntualmente a tu cita con los y las lectoras de medios escritos como este, pero la comunión que se genera entre quien comunica y quien recibe esa comunicación a diario es muy especial.

Escuchar a alguien todos los días a través de un medio tiene consecuencias emocionales; de tanto contar y de tanto recibir lo que alguien cuenta, conviertes a ese comunicador en un familiar de quien sabes más cosas, incluso que de tu familia real.

Si se paran a pensar en todo lo que saben de ese periodista a la que escuchan con asiduidad, puede que se sorprendan

El día a día nos lleva a hablar de nuestras experiencias y de nuestras sensaciones, lo que provoca que quien escucha o ve, aprende a detectar hasta tu estado de ánimo. Si se paran a pensar en todo lo que saben de ese o esa periodista a la que escuchan con asiduidad, puede que se sorprendan, de la misma manera que pueden sorprenderse de cómo sienten que esa persona es una de las suyas.

Para quienes comunicamos es muy gratificante saber que acompañas a alguien en muchos momentos de sus vidas y que, a veces, incluso puedes echarles una mano. 

Viene todo esto a cuenta del nuevo programa de Televisión Española al que han titulado La familia de la tele. Creo que quien decidió ponerle ese nombre lo hacía precisamente pensando en ese fuerte hilo que se crea entre quien está a un lado y a otro de la pantalla.

Pretendía, imagino, hacernos sentir que Lydia Lozano, Kiko Matamoros, Belén Esteban o María Patiño, entre otras, son parte de nuestra familia y, sinceramente, no. Al menos yo no lo siento así ni tengo intención de que eso suceda. A tenor de los resultados de audiencia, tampoco esta siente a esas personas como parte de su familia. 

Durante años lanzaron sus lloros, sus cotilleos, sus rencillas, sus maledicencias, sus críticas, sus falsas peleas, las reales y todo lo que se acercaba más al cubo de la basura

Pasa que lo que ahora nos ofrece la televisión de todos y de todas ya lo vimos en su momento. Durante años lanzaron sus lloros, sus cotilleos, sus rencillas, sus maledicencias, sus críticas, sus falsas peleas, las reales y todo lo que se acercaba más al cubo de la basura que al entretenimiento desde una cadena de televisión privada.

Nada que objetar. No es mi producto, no me entretiene, ni me ayuda a estar más informada ni a crearme una opinión de las cosas que pasan, pero no lo critico porque el público soberano decidió que debía estar en la parrilla de programación año tras año. Audiencias enormes avalaban un producto que poco a poco fue perdiendo fuerza hasta que se vio desterrado al mundo de las plataformas y no de la tele tele, la de los canales de toda la vida. 

Hete aquí que viene la televisión española, la 1, la de todos y todas, y rescata un producto viejo, caducado, feo, inútil y plagado de personajes de los que, oh ingenuos e incautas, creíamos habernos librado. Protagonistas televisivos forjados a base de gritos, de insultos, de declaraciones absurdas, de exhibicionismo zafio y de incultura, mucha. Y para rescatarlo, con la vana intención de hacerse con una buena parte del pastel de audiencia vespertino, se gasta un buen montón de dinero de todos y de todas.

Que no digo yo que no haya que invertir en programas, en tener buenos decorados, buenos colaboradores, buenos presentadores, reporteros con medios o producciones exquisitas; por supuesto que hay que invertir en todo eso, pero es justo lo contrario lo que han hecho.

Mientras programas que sirven para eso, como el difunto 59 segundos, presentado por Gemma Nierga, por ejemplo, desaparecen de la parrilla

Programas de calidad que sirvan no solo para entretener, sino que nos formen y nos informen con rigor y profesionalidad es lo que la televisión pública tiene que ofrecer. Mientras programas que sirven para eso, como el difunto 59 segundos, presentado por Gemma Nierga, por ejemplo, desaparecen de la parrilla, otros que no sirven más que para generar contenidos de vociferantes, recalan en una preciada cadena como la pública. 

Es tan doloroso el asunto que incluso profesionales del ente público que ya finalizaron su relación laboral con esta televisión han clamado por la vuelta al rigor y al buen hacer tanto en el entretenimiento como en la información que ofrece la 1.

El malestar es generalizado entre quienes durante años trabajaron con el fin de que la cadena pública, la que pagamos todos y todas, ofreciese una programación acorde a los objetivos de un medio público, es decir, promover la educación, la pluralidad, la diversidad y la cohesión social.

Nada se dice que entretener al público con programas en los que el griterío, el cotilleo y las malas formas sean la seña de identidad de unos colaboradores y colaboradoras que han llegado hasta la pública partiendo de lo que se dio en llamar la telebasura.

Se suman así al comunicado lanzado previamente por el Consejo de Informativos en el que se alertaba del rumbo que ha tomado la televisión

Esos extrabajadores han firmado una carta en la que piden a la dirección que no merme la credibilidad y la imagen de marca conseguida con años de trabajo. Se suman así al comunicado lanzado previamente por el Consejo de Informativos en el que se alertaba del rumbo que ha tomado la televisión tras irrumpir una de las colaboradoras de la familia de la tele en la cobertura informativa del nuevo Papa.

Preguntas sin sentido a monjas desorientadas con un micrófono, como el de los servicios informativos de la cadena, colocados a la altura de una retransmisión impecable de cuatro mujeres veteranas lideradas por Marta Carazo, es decir, alta calidad. 

Si por alguien siento lo que está sucediendo con La familia de la tele es por el gran presentador que es Aitor Albizua. Comenzó su andadura profesional en la televisión vasca, en un programa también de tarde, en el que ejercía por primera vez y en el que yo era colaboradora. Por eso sé de su gran valía como presentador de programas de entretenimiento. Simplemente, ahora está mal rodeado y lidera un magacín de dudoso contenido. 

Al paso que vamos, la actual dirección de RTVE utilizará la Inteligencia Artificial para resucitar a Jesús Gil y ofrecernos un supuesto nuevo programa en el que le veremos en un jacuzzi rodeado de las Mamachicho. Tiempo al tiempo. Por el momento, liberen a la pública de las gentes del Sálvame, es decir, de la familia de la tele.